Paula Harrison es una chica de tez blanca, ojos celestes, pelo rubio y diecisiete años. Es una chica con un gran corazón, y, por suerte, este no está incrustado de joyas como el de su rica y engreída madre. Esta hermosa chica contiene muchos dones, como el de pintar, o el de cantar. Pero su gran pasión, su sueño dorado, es encontrarse allí arriba, en el escenario, con un vestuario de historia y un guión que leer. Actuar es su vida, y lo hace casi desde antes de nacer. Tanto mérito, esfuerzo y empeño, con un objetivo enorme, que muchos dejarían a la mitad: Enorgullecer a su madre. En esa vida tan normal que ella llevaba (descartando que es hija de la dueña de la empresa de modelos global más enorme y famosa), un tranquilo 26 de mayo fue a abrir la puerta, puesto que su madre la había mandado a comprar un perfume nuevo, y lo vio. Vio algo que no había visto, o mas bien alguien. Era un precioso chico rubio, de piel clara, no muy alto y, por dios, que par de ojos azules. Parecían piedras preciosas. Atónita miraba al chico mientras caminaba, sin darse cuenta, hacia el mercado. El chico estaba atento con la pesada caja que llevaba, no había visto a la hermosa chica que iba detrás. Estaba lloviendo, y ninguno traía paraguas. Paula por fin espabiló y se apresuró a ayudarle, como siempre hacía con todo o todos.
-Déjame ayudarte -sonó la voz dulce y amable de Paula-.
-No es necesa... -el chico levantó la vista y por fin la vió. Tragó saliva y dejó caer la caja, dando una reverencia algo tímida- Señorita Harrison... -se paró y cogió de nuevo la caja. Paula reía- No se moleste, yo puedo solo -siguió caminando, pero parece que la suerte estaba del lado de Paula, porque tropezó y cayó al suelo-.
-Ya. ¿Te dejas ayudar o no? -rió Paula, la que se acercó a el chico, le extendió la mano y lo ayudó a subir- Otra cosa. No soy mi madre, no me hagas reverencia. En serio. Soy Paula.
-Y yo Niall -Paula lo pudo ver de frente. Tenía el pelo despeinado, una gorra azul hacia atrás y una musculosa desgastada verde-. U-un gusto.
Ahora fue Paula la que casi cae. Estaban cruzando el parque cuando un niño torpe le puso la pierna, bromeando, y esta tropezó. Paula casi cae. Casi, pero no lo hizo, porque Niall soltó la caja y consiguió agarrar a Paula, tal y como en la serie esa Violetta.
-Casi -dijo Niall sin poder sacar la vista de los preciosos ojos de la chica que tenía encima-.
-Gracias -respondió Paula tímida y, sin embargo, sonriente-.
